viernes, 12 de agosto de 2011

Saludo a mi niña interior

Hola niña mía que habita en mi!... Niña linda de corazón de azúcar... niña de rondas y rayuelas... de elásticos y sogas y también de jugar a la pelota...Niña curiosa con una sonrisa instalada en la cara... niña dulce con saltitos de un pié... de zapatitos de charol y medias tres cuartos caladas...

Niña observadora e imaginativa que siempre me hace detener a mirar lo que nadie ve... y sonriendo con lo que ya los adultos no le provocan risa...

Niña mía interior que sigue dibujando cielos tan azules con mares color esmeralda... niña de soles sonrientes y casas con techito a dos aguas siempre con una chimenea que humea no sé porque para el lado contrario del viento ....como escribiendo con la mano izquierda...

Niña de los cuentos de hadas y de piratas... niña de atrapar luciérnagas en el verano mirándolas entre medio de los dedos como iluminaban... pero que sabe llorar si las ve muy quietitas y piensa que ya no volverán a volar... Niña de corridas tras bandadas de mariposas de colores que ya no hay...

Niña ágil... niña incontenible que no le duelen ni los huesos ni se cansa...

Te abrazo y te beso, niña pequeñita que todavía habitas en algún lugar de mi corazón y que te asomas cada tanto a mi mundo de adulto y hacés salir el sol. Celebro en este tiempo de niños que cada tanto, en una esquina del alma podamos seguir encontrándonos.

sábado, 2 de julio de 2011

M`hijo el dotor!

Y si, se terminó otro ciclo. Matu terminó la facu. No hago otra cosa que repetírmelo, pero no parece real. ¿Ya pasó?

Las etapas que se acaban tienen la virtud de hacernos comprender que lo que estamos viviendo y el fin del ciclo que nos aguarda ya ha sucedido otras veces con distinta intensidad y que no es un espanto apocalíptico, muy por el contrario es la oportunidad de la vida nueva. Empezamos y acabamos cosas todo el tiempo y ni nos damos cuenta, pero esta vez…

Repasar estos años, con esa sensación agridulce de que lo que estaba haciendo no lo llenaba, que sus anhelos pasaban por otro lado. Esa necesidad de que pudiera darse la oportunidad de terminar sus estudios, porque se siente que es lo único que como padres podemos dejar. Parciales, clases a horarios muy molestos, trabajos que no aportan nada más que mal humor. Vida de estudiante, y yo acá solo mirando, sin poder hacer otra cosa que charlar del tema de vez en cuando para hacer algo parecido a animarlo, acompañarlo por instinto creo, o porque los que vivimos un rato mas sabemos que todo se termina, hasta la vida de estudiante y que pasa muy rápido…

Y de repente un día, ese nene que acababa de dejar la secundaria, que hablaba de Bariloche todo el tiempo, que hizo un test vocacional para estar más seguro y que seguía dudando, que empezó el CBC y después ya estaba cursando en Figueroa Alcorta..ese nene es el hombre que hoy rindió su ultima materia y termina su carrera.

Orgullo, alegría, felicidad, todo junto. Una etapa que se cierra, muchas oportunidades que se abren.

Te felicito hijo, te felicito por tu tenacidad, tus ganas, el esfuerzo y las horas dedicadas. No puedo parar de contarlo y compartirlo… y te veo a vos con la sonrisa instalada. Si estoy feliz, muy feliz porque mi hijo se recibió de abogado. Tarea cumplida. Etapa terminada. Bien por m’hijo el dotor!!!

sábado, 18 de junio de 2011

Hola pa...

Hola pa...
hace rato que no hablamos. Cuando te fuiste intenté ver si podía seguir hablando con vos, pero esto de la muerte nos deja mudos y sordos de cada lado de la pared, así que, después de mucho tiempo de hablarte desde adentro de mi cabeza, decidí que era hora de escribirte. Quien te dice, estás acá sobre mi hombro leyendo mientras te escribo, y esta carta te llega..
Siempre me quedaron ganas de poder recordar con vos. Cuando no estuviste más, todavía no podía ver los recuerdos, porque todo estaba pasando y era el "ahora". Después me empecé a dar cuenta que todo era "antes" y así empecé a recordarte...
Trabajamos juntos un rato, y nos costó bastante. A vos la presión de que tus socios no me vieran solo como tu hija, a mi la presión de SER tu hija, en fin, aprendí mucho y me lancé sola, aunque siempre de la mano. Mis decisiones, mi atropello, mi desesperación por que todo sea ya, acá, ahora...y tus consejos. Había como algo tácito entre nosotros, yo sabia cuando me aprobabas y cuando lo que hacía no te gustaba tanto, pero me mirabas tratando de no entrometerte.
Me contaste cosas mientras viajábamos juntos al centro rumbo a la oficina, hicimos planes y lloramos los dos de alegría cuando te conté que estaba embarazada, que Mati venía en camino.
Valoraba tu confianza, me hacia sentir importante. Me enseñaste a tener planes, a nunca darme por vencida. Viendo tu pasión por la bici, aprendí lo que significa ser constante y perseverar. Aprendí lo que es apasionarse por algo. Heredé de vos el placer de probar cosas nuevas y de probarme a mi misma a ver si puedo!
Fuiste un romántico con el que compartí la música de Sandro y Leonardo Favio y la poesía y ahora a los 50 también te sigo con la pintura al oleo. A vos te gustaba escucharme tocar la guitarra y cantar...y yo lo hacía con tanto gusto para vos!
Te extraño muchas veces, siempre...
Me gustaría poder contarte todo lo que me pasó en estos años, cuantas marchas y contramarchas tuve en la vida, cuantas cosas se me quedaron en el camino. ¿Que me hubieras dicho? ¿Qué me hubieras aconsejado?
Acaba de empezar el día del padre 2011. FELIZ DIA! Te quiero papi, te extraño...nos vemos...cualquier dia, un dia, seguro...NOS VEMOS...

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Cerrando círculos

29 de diciembre de 2010
Tengo la costumbre – mala, buena, regular – de encontrarme con el final del año como con una puerta abierta y que, por alguna razón que todavía no me explico, necesito cerrarla. Mi cabeza me dice que es más de lo mismo, que nada cambia al pasar la hojita del calendario o cambiar la agenda, pero mi corazón pide pista y quiere hacer balances…
Pasó la Navidad. El calor agobia y los recuerdos también. Y me puse a meditar porque estoy tratando de descubrir cómo curarme, como curar mi alma. Funciono orgánicamente, parece que vivo y soy feliz, pero nada rellena el agujero profundo de mi corazón. Un vacio que no tiene mucha explicación porque está ahí listo para taparlo y yo me niego. O me negaba hasta hoy. Que levanté el teléfono para cerrar el año y tapar el hueco que deja que a veces se me escape el aire.
Termino el año blanqueando paredes, las de verdad, las de mi casa. No sé qué fuerza me llevó a poner mi casa linda justo…para cerrar el año. Blanco, bien blanco el color elegido, como una hoja nueva. “Si sucede conviene”. La frase repiquetea. Todo lo que pasa, pasa por algo, el dolor existe para que seamos capaces de descubrir la felicidad cuando vuelva a visitarnos. Un nuevo comienzo, una hoja en blanco. Cerrando círculos. A veces siento que las cosas no encajan con lo que espero, no coinciden con lo que creo que DEBE ser, y me doy cuenta que habito un mundo que cambia constantemente. Cuesta adaptarse y en la mayoría de las veces duele mucho. Me pregunto porqué las cosas parecen tan difíciles, y me doy cuenta que soy yo la que me decepciono con las cosas, las cosas SON… y nada más. Es ahí cuando me veo casi con claridad que no voy a aceptar
nada hasta que no pueda aceptarme yo misma. Hasta que no pueda amarme a mí misma, aprobarme delante del espejo y decirle a la persona que parece estar del otro lado que la “amo” sin que tenga que ser “buena” para merecerlo. UY, que difícil! Me miro y me critico, despiadadamente, y siento que no merezco amor. Que antes de “amarme” tendría que corregir tantos errores! Me pido un favor a mi misma… no limitarme y permitir que mi corazón me guie hacia lo que necesito para sanar mi cuerpo, para sanar esas relaciones que duelen, para sentirme más libre. Llegar al lugar donde mi alma puede descansar, donde los amigos me abrazan y no me dejan. Cuando escucho a mi corazón, este me invita a calmar mi cabeza, y a escucharlo a él, para poder entender la ruta que me marca, esperando que un corazón atento lo acepte y lo disfrute. La cabeza es la peor pared. Bloquea, no me deja ver. Debo parar mi cabeza para derribar las paredes que no me dejan avanzar. Así, no tendré oportunidad de equivocarme, mi corazón va a estallar de alegría cuando encuentre lo que estoy buscando, aunque no sepa muy bien qué es. Esa relación en la que tantas veces he fallado y que parece que jamás funcionará, esa depresión sin motivo aparente que parece hundirme en la desesperación, ese pasado que no puedo abandonar, esa herida que no cierra, esa soledad que invade mi espacio sin pedirme permiso. Y también las risas de quienes están, los momentos bellos, la vida misma con su juego peligroso, apasionante, mi percepción de ella, la fragilidad… todo esto es tan mío y tan parecido a la vida de todos… Si, debe ser que se acaba el año. Cerrando círculos, pintando de blanco, avanzando, cruzando la frontera del primero de enero.

lunes, 25 de octubre de 2010

El domingo pasado cumplí 50 años...

El domingo pasado cumplí años. 50. Diez lustros, cinco décadas, medio siglo… El número me parece irreal lo mire como lo mire. No sé donde los puse, algunos los debo haber perdido…¿Tantos? …Y entonces decidí buscarlos.
En bolsillos, carteras viejas, álbumes de fotos, cajas de archivos, cajones, libros iban apareciendo uno a uno, como si hubieran estado ahí esperando que los descubra, jugando a la escondida. Me encontré conmigo hace muchos días, cuando lucia distinta, cuando tenía bebes y mamaderas, pelo cortito y menos kilos, y mas también. Cuando sonreía desde lugares que me eran extranjeros. Y otros de los que me acordaba como si hubiera estado ayer...¡¿ya pasaron 15 años?!
Encontré afectos que había olvidado que los tenía de no usarlos y también empecé a extrañar los que sí recuerdo pero no están. Me di cuenta de de cuantas cosas se me perdieron cuando me detuve a levantar otras, cuantas veces vacié bolsillos y perdí boletos y cuantas otras veces me llené de objetos inservibles y profané mi esencia pensando que lo hacía por una buena causa. Y sonreí al descubrir fotitos viejas… gente que me resultaba conocida me miraba desde el papel brillante, vestidas con modelos demodé y peinado extraños. Y me llenaba de una alegría suave y tibia mientras enhebraba los recuerdos de cada fiestita de cumpleaños o de cada Navidad con Papás Noeles diversos, gordos, flacos y de barbas diferentes.
Vi de un pantallazo cómo crecieron mis hijos, mis nenes, mis bebes que ahora tienen a su lado mujeres que los aman como a hombres…Y me seguía preguntando ¿Cuándo? Jardincito y sala amarilla, mocos y nebulizador, las tortitas de manteca y el buzo de egresados. Primer grado, primeras letras, muy bien diez felicitado. Jura de la bandera dos veces, dos emociones. Campamentos, micros, se acaba la primaria…¿Qué sigo? Viaje de egresados. Y ya en la facu… Pucha que pasó rápido! ¿Cuando dejé de ir a las reuniones de padres? ¿Cuando dejaron de llamarme por los problemas de conducta?¿Cuando firme el último boletín?
Recordé las casas que fueron mi hogar. En esas en las que viví con papá y mamá. En las que tuve una habitación para “mi sola”. Me senté en el living de mi primer departamento, ese que alquilamos cuando nos casamos y de tan pocos muebles tenia eco. Y después me tomé unos mates en la cocina de “nuestra” primera casita en Morón ¡Qué felices estábamos cuando le armábamos la habitación a nuestro primer hijo! Y las otras mudanzas hasta lograr el sueño de la casa con jardín y pileta que el más chiquito disfrutaba extasiado...Y después la tristeza de estar sola con los chicos en un sueño al que el corazón ya no le latía.
Y mis pasiones, mi trabajo, mis alumnos. Los comienzos a tientas y la vocación a pleno. Las renuncias y las elecciones. Mi escuelita querida donde paso mi vida enseñando y aprendiendo. La gente que se ofrece así, abiertamente a compartir su vida en las aulas a cambio de darle un poquito de lo que yo sé.
Sí, creo que encontré casi todo. Estaba, aunque yo no me daba cuenta. Creí que pesaría mas esa mochila, por eso no podía entender dónde se habían ido. La llegada y la partida de seres queridos. Viajes, alegrías, familia, tristezas, amigos, afectos logrados que endulzan la vida, soledades llenas de otras cosas para distraerlas y que duelan menos.
Una vida feliz, plena. 50 años.